
TRABAJO
Se considera trabajo a todo esfuerzo remunerado y es uno de los aspectos más importantes en la vida de cualquier persona. En un mundo ideal, toda la población activa debería tener un trabajo que le permitiera vivir dignamente y todos los trabajos deberían contribuir al bien común. Con tasas de paro elevadas y en aumento, salarios mínimos bajos, montones de industrias contaminantes y que elaboran productos perjudiciales para la salud, organizaciones criminales especializadas en estafar, robar y matar, fabricas de armamento, etc. resulta difícil creer que haya un verdadero progreso. ¿Qué se supone que deberíamos hacer para invertir la tendencia?
Por el momento me limitaré a hablar de mi pasado: Si recoger cartones o botellas de vidrio y llevarlas a la chatarrería a cambio de algunas monedas, cosa que alguna vez hicimos todos los chavales de mi barrio, quisiéramos considerarlo trabajo, eso sería el comienzo. Pero juegos infantiles aparte, las primeras veces que recuerdo haber recibido dinero a cambio de esfuerzo sería a los 14 o 15 años por ayudar a descargar camiones. Con esa misma edad había empezado a ir, cuando me necesitaba, al taller de ebanistería de mi padre, para lijar, para cargar o descargar o simplemente para hacer recados; más tarde empezaría a ir casi todas las mañanas o las tardes de verano sin una retribución propiamente dicha pero sí con un incremento en la paga semanal.
En el verano de los 19 años estuve trabajando en una empresa de mantenimiento de instalaciones telefónicas por unos pueblos de Teruel y con lo que gané en julio y agosto me fui en septiembre 10 días a Ibiza y pagué la matrícula del curso siguiente en la universidad.
En el mes de julio a los 21, me fui con un compañero de piso, en el petrolero “Arco Colombia” desde La línea de la Concepción al puerto del Pireo en Atenas. Nos ofrecieron continuar haciendo otras limpiezas parecidas, pero consideramos que el trabajo era dañino para nosotros y para el medio ambiente y declinamos la oferta.
Antes de ir a la mili, trabajé casi a tiempo completo durante un año con mi padre en el taller y otro año después de volver.
El propio servicio militar, en el CIR 14 de Mallorca y en el cuartel de infantería de Mahón, se puede considerar un trabajo en régimen interno, sin apenas días libres y extremadamente desagradable, pero eso sí, remunerado con unas 500 pesetas al mes. En alguna de aquellas dependencias hice retratos a lápiz por los que cobré pequeñas cantidades. Tras cumplir con la patria me quede en Menorca trabajando de camarero en un restaurante, en el que después fui jardinero y vigilante nocturno.
También he trabajado como camarero en fiestas de pueblos y de portero en un disco-bar. Durante una semana intenté vender enciclopedias a domicilio.
En el campo he recogido tomates en Navarra y melocotones en Zaragoza y he hecho la vendimia 4 años en el sur de Francia y uno en Suiza.
He sido malabarista callejero y he hecho algunos bolos con un titiritero por los pueblos de Aragón. También me han pagado por ir de mozo de carga con una compañía de teatro y por ayudar a montar un stand en una feria de muestras de Barcelona. He trabajado durante un año en una productora de vídeo de Zaragoza, moviendo unos muñecos similares a los Spitting Image británicos, que salían en un programa de Telecinco. Un par de meses estuve como jefe de taller en una empresa de estructuras y reparación de maquinaria, que dejé para dedicarme a la enseñanza.
Llevo 29 años enseñando, y espero seguir algunos más, en la provincia de Soria y en la de Ávila, como profesor de secundaria en la especialidad de Tecnología, aunque a veces he dado clase de educación plástica y de informática.
Este es el resumen de mi vida laboral, quizás no muy larga ni intensa pero sí variada, en el que no creo haber olvidado ningún ingreso relevante. Si acaso algunas actividades anecdóticas, como aquella mañana que mi primo y yo, con 15 o 16 años, nos levantamos temprano para ir a cavar, con pico y pala, una tumba en el cementerio o el dinero que una enfermera nos dio a los compañeros de piso por espiar a su marido.
LA FAMILIA
La importancia de la autoridad, la ayuda mutua, el reparto de tareas, la competencia sana, el respeto y el cariño, es algo que se aprende de forma natural al convivir en el seno de una familia y que contribuye notablemente al equilibrio personal y a una visión de la sociedad que se explica a través de nuestras vivencias y relaciones en dicha red, donde los nudos pueden ser, a la vez, apretados y flexibles.
No quiero decir con esto que, en otras circunstancias, las posibilidades de desarrollo personal sean forzosamente peores, solamente digo que, en mi caso, el hecho de haber sido criado en una familia tradicional y haber formado, con el tiempo, otra familia de características similares, me ha aportado una estabilidad emocional y unas posibilidades de realización que de otra manera no hubiera sido capaz de alcanzar.
Si además tenemos presente el precioso regalo que es la paternidad, la forma en que amplía los horizontes del amor y como hace patente nuestra condición de eslabones de cadena, de miembros de una tribu y una especie, es fácil entender que sienta agradecimiento hacia mis padres, hermanas y resto de parientes y que mis tres hijas y su madre sean para mí lo más maravilloso del mundo.
LOS AMIGOS
El poder comportarse en presencia de alguien con sinceridad y sin necesidad de fingimientos, es la característica básica e imprescindible de la amistad y es una de las mejores maneras de conocerse a uno mismo.
Personalmente os puedo asegurar que dar paseos por el campo con los amigos, hacer barbacoas, montar a caballo, cantar, bailar, disfrazarse de payaso o simplemente tomar unas cervezas, son algunos ejemplos de experiencias gratas y liberadoras muy aconsejables para la salud.
El poder terapéutico de la expresión sincera de nuestros sentimientos es bien conocido por la psicología en general, coescucha, y en grado sumo por la psicología crítica y la psiquiatría radical.
El problema suele ser que, con la edad y las experiencias negativas se va perdiendo la fe en el prójimo y en uno mismo y los niveles de reserva en el trato con los demás aumentan con la consiguiente merma de espontaneidad y de satisfacción.
Me da la sensación de que en esta sociedad actual la sinceridad se va refugiando cada vez más en pequeños nichos de amistad y que la mentira y el engaño se enseñorean en el ámbito de la política, los medios de comunicación, los tratos comerciales y vecinales, etc. Las nefastas consecuencias de estas actitudes, que además suelen ser contagiosas, son el aumento de la inseguridad y la confusión generalizada, que beneficia a unos pocos, perjudicando a la mayoría y cerrando los posibles caminos del verdadero progreso.
En más de una ocasión sucede que el exceso de idealismo nos conduce a dar opiniones sinceras o confesiones de las que, vistos los resultados, pronto nos arrepentimos. Candide, el personaje de Voltaire tras muchas y malhadadas meteduras de pata acabó viviendo en el campo. ¡Sabia decisión!