
El primer recuerdo que tengo relacionado con la madera es verme a mí mismo en cuclillas, entretenido, jugando a combinar distintos tacos de madera utilizando los recortes que en el pequeño taller de mi padre “Ebanistería Raúl Cestero” había en un montón junto a la sierra de cinta.
Recuerdo también los cuchillos de pino, haya y ukola que un oficial de mi padre de carácter tranquilo y amable hizo aparecer ante mis ojos asombrados y agradecidos utilizando herramientas manuales.
Recuerdo el olor a serrín, las horas que desde muy temprano en mi adolescencia pasé en ese taller lijando con paciencia; y las tablas y los tableros, con sus variaciones de líneas y colores, apilados junto a la prensa de husillos o apoyados en las paredes, formando mosaicos y siluetas que recortaban y decoraban los estrechos horizontes de aquel modesto local.
Al volver de Menorca, con 25 años, se me ocurrió componer mis primeros cuadros de madera, que regalé a amigos y familia, y aunque el proceso y los resultados fueron gratificantes tuvo que pasar mucho tiempo antes de reencontrarme con la marquetería (el término taracea también suele usarse para este tipo de trabajos, pero en realidad sólamente debería aplicarse cuando se utilizan además otros materiales como nacar, metales, etc). Casi 20 años después, durante las horas vacías de recuperación de un accidente de parapente, que me tuvo de baja varios meses, retomé con ganas el trabajo artesano y con el tiempo se fueron complicando las composiciones y las técnicas, siempre de forma autodidacta y con diseños propios.
Me doy cuenta que, desde la infancia, tuve la ilusión de hacer con mis manos objetos bonitos que supusieran una especie de restitución agradecida a la vida. Esas ensoñaciones , por su naturaleza, eran intangibles e indefinidas, una especie de píldoras de belleza etérea que intuyes someramente y que deseas y sientes la posibilidad de llegar a materializar.
La colección “VERSOS DE MADERA” que aquí se muestra es lo más cercano a aquellas ensoñaciones infantiles y juveniles, o dicho de otra manera, entre los deseos que he conseguido materializar en la vida, aparte de mi casa o de mis hijas de las que solo soy un colaborador necesario, es lo que considero más genuinamente mío.